lunes, 9 de abril de 2012

CATEJA. PASIÓN. Y PUEBLO

CATEJA.

 PASIÓN.

 Y PUEBLO.


 -EN EL ATRIO


 DE LA IGLESIA-

 Lejos están aquellos tiempos en los que uno de nuestros más famosos poetas decía:
 Una fiesta se hace/ con tres personas/ una baila, otra canta. / Y me olvidaba/ los que dicen ¡olés!/ y tocan las palmas. Algo así sucedía con las representaciones de Semana Santa en las que el sacerdote escenificaba la lectura (generalmente en latín) con las respuestas del sacristán.
Como no tocaban las campanas los niños no podían darle a la cuerda, ni tampoco se podían subir al fuelle del destartalado órgano cuando estaba lleno de aire pues también enmudecía durante estos días.
 ¡Joven no se puede cantar en la calle, que es Semana Santa!
Es decir, que el papel de la juventud quedaba reducido a estar callados y acompañar a los santos delante de la procesión. Sólo el día que se ahorcaba el pelele del Juítas y caía del alto de la torre de la iglesia, podían divertirse dando patadas a un muñeco que representaba la figura del Judas a base de sacos, paja y heno.
 Hoy los tiempos han cambiado y al igual que en la España medieval el teatro que había nacido en el templo sale al atrio, a la puerta, a la plaza pública y los actores y actrices escenifican los diferentes actos de la pasión de Jesús.
E incluso hay quienes van de un sitio a otro recordemos a Federico García Lorca que con su Barraca actúo en muchas lugares y hay gentes que confirman que estando en Bejar manifestó que venía de La Alberca. Por tanto el poeta bien podría decir :
Una fiesta se hace/ con veinte personas/ que actúan, recitan,…Otras treinta/ que van, corren, vienen/ suben, se mueven, bajan,… Y no se me olvida/ las otras muchas/ que ponen los bafles/ que agarran cuerdas, tablas,/ que buscan ideas, detalles, que ensayan…/ (Tampoco se pueden dejar fuera/ a quienes critican, ponen pegas, rajan.) Todos forman parte/ de la representación viva/ de la singular farándula.
Y es que para hacer este gran espectáculo del dramaturgo mejicano Antonio Hernández, Cateja tiene que mover a todo un gran pueblo que le gusta el teatro y quiere en gran parte participar. La apuesta sin duda, es atrevida, el espectáculo de luz y sonido conmovedor, ilusionante.
Y bien se merece Cateja el mayor reconocimiento por esta gran entrega.
Peromingo que se pierde estos actos por estar en lo más alto de las Peñas Tiritinas, no obstante las sigue de cerca (hoy internet une) coge una “cañiveta” con su mano derecha, la empuña. Con su izquierda el móvil y la mirada puesta en la de la Peña, con voz seca, temblorosa y recia, recita su particular y libre chascarrillo:
“Me encanta esa afición a hacer teatro.
 (Y que actúe el dos, el tres ; después el cuatro.
¡Mira esos dos que van de la mano!
El de la espada… ¡un auténtico romano!)
Es señal que Cateja está en lo más alto.
Treinta años atrás. ¡Ha sido un gran salto!
Mover a tantísima gente…
 Sin duda que cuesta trabajo.
Para ello tiene que haber un dirigente
Y el mismo ha salido desde abajo.
Y protagonistas hay quince, dieciséis, veinte,…
 Quien no esté contento con la escena
Con el verso, con el personaje,
O le parezca pobre la Santa Cena,
Que desafíe las tablas , eche coraje.
Que hoy por hoy, Cateja 
Es triunfo, ilusión, entrega,
Y allá, corazón o rincón, que llega.
Su mejor halo y recuerdo deja.”

 -¿Se partió la cañaheja?/ pues no le importe señor
 La estrofa no está completa/ …¡Ah, los montes del Tabor!..

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