lunes, 22 de abril de 2013

EL AGUA PURIFICADORA Y LA ORACIÓN AL CRISTO



 EL AGUA PURIFICADORA Y LA ORACIÓN AL CRISTO

 Conozco, por algunas personas, y yo también lo he podido comprobar, la devoción que tenían algunos de sus antepasados antes de ir a hacer sus trabajos al campo de ir unos minutos a la iglesia a tomar agua bendita y postrarse de rodillas ante el altar del Cristo del Sudor; dedicándole algunas oraciones o simplemente a mirarle y llenarse de Él. Esta costumbre también la tenían los peregrinos que pasaban por el lugar bien haciendo las etapas del camino de Santiago o asistiendo a las romerías más cercanas del Monasterio de Nuestra Señora de la Peña de Francia.
Así fue como cuenta la tradición que el 6 de septiembre de 1655 el Cristo sudó sangre ante la presencia de algunos peregrinos. “Ciego ha de ser- aseguran algunos entendidos del lugar- quien no vea en el Santo Crucifijo la mano y la huella de Juan de Juni, el imaginero dramático que, aunque extranjero de origen, fue una de las figuras más destacadas de la Escuela Castellana del siglo XVI” Hoy, que los nuevos tiempos cambian las costumbres ya no se puede ir a la iglesia todos los días antes de asistir al trabajo y quienes viven lejos de la localidad están deseando ver aunque sean unos instantes a su Cristo.
Conforta- nos dice una persona conocida- estando en casa o en el trabajo darse una vueltecita por “La Alberca en sus tradiciones” y leer esa oración poética seguida de su soneto con estrambote. Hacer un alto en el trabajo y mientras se contempla tan magnífica talla me viene a la memoria mi pueblo con sus calles, casas y rincones, sus antiguas y tradicionales costumbres, y ¡Fíjate- tú! Se me ha caído un libro al suelo y me ha dado un pequeño susto, me creí que había estallado un cohete en el Solano, mientras el ruido de una bocina de la calle se trasforma en el sonido suave y sonoro de sus cantarinas campanas de la torre de la iglesia, seguidas al paso de un autobús del alegre sonido de la flauta y el tamboril, acompasados con el ritmo de castañuelas que sabe darle Poldo. Y así, mientras en unos instantes contemplo al Cristo del Sudor en la pantalla, me viene también a la memoria ese magnífico soneto, anónimo de nuestra literatura que dice y parece también escrito para Él:
 Soneto a Cristo Crucificado
No me mueve, mi Dios, para quererte.
 el cielo que me tienes prometido;
 ni me mueve el infierno tan temido
 para dejar por ello de ofenderte.

 Tú me mueves, Señor; muéveme el verte
 clavado en una cruz y escarnecido;
 muéveme ver tu cuerpo tan herido;
 muévenme tus afrentas y tu muerte.

 Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera
 que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
 y aunque no hubiera infierno, te temiera.

 No tienes que me dar porque te quiera;
 pues aunque cuanto espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.


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