miércoles, 24 de abril de 2013

EL CASTAÑO Y LA NOGAL



EL CASTAÑO Y LA NOGAL

Dicen que no son de aquí ( ni de la Sierra de Francia, ni de España) y que tuvieron que pasar muchas dificultades desde el tiempo que los trajeron los romanos hasta que se asentaron definitivamente en estos lugares. Brezos, zarzales, helechos, chaguarzos y otras plantas, no les querían.
Sin embargo, ellos traían frutos, maderas, hojas y buena sombra para los calurosos veranos. Pero ocupaban mucho espacio, ganaban cielo y perdían tierras las minúsculas huertas y pequeños campos de labranza. También tardaban mucho tiempo en crecer, si antes no les debilitaba alguna extraña enfermedad o les partía el ramaje el rayo o el viento. A medida que iban creciendo subir a lo más alto de ellos era cosa de titanes. Soberbios, majestuosos, auténticos dioses del paisaje.
Habían venido para unirse, para casarse, aunque eso sí con separación de bienes, de espacio. Tú tendrás castañitos, deliciosos castañitos que habrá que cuidarlos bien porque estos brotes son exquisito manjar para las cabras, las vacas,... Y ella tendrá nogalitas que también necesitarán sus buenos cuidados porque es posible que el mal tiempo las castigue o pise el afanoso caballo o el torpe buey.
 Cuando por fin se asentaron daba gusto verles como poco apoco iban creciendo en estatura, anchura y amistad. Algunos labradores sabían que cortándoles las ramas que se doblaban, secaban o salían mal, el tronco tendría más facilidad para ganar luz, aire y cielo. Y les podaban
 Pero también pensaban y aún siguen pensando ¿Qué remedios les echarían para que se desarrollarán con más rapidez y tuvieran más resistencia ante las enfermedades que les deteriora o secan? Cuando llegaba el otoño la tierra se llenaba de nueces y castañas, buenos alimentos para los tiempos de hambre.
 Las “tarmas” cogidas del suelo para la lumbre. ¿Y las hojas? Deliciosa cama para el ganado; para – si se nos permite la venilla poética- que el viento juegue con ellas y alegre la tierra; tape los excrementos de los animales, se mezcle con ellos y retorne después al campo de haber estado cierto tiempo al calor, en la intimidad de sus cuadras.
Y al volver se desparrame por él y nutra de materia orgánica una tierra muy necesitada de la misma.

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