lunes, 12 de enero de 2015

VIAJES A SALAMANCA / CHURROS / PARADAS/ MALETEROS

VIAJES A SALAMANCA: CHURROS/ PARADAS/ MALETEROS
Salamanca-Vecinos- Mogarraz, era el rótulo que tenían aquellos coches de línea que hacían el recorrido de la Sierra. Al  dueño le llamaban El Churrero y el conductor de tantos años en la empresa  Victor. A las siete menos cuarto llegaba el coche de Mogarraz, paraba unos minutos en la entrada de La Alberca, al lado del clásico castaño El Arbolito. Después iba también haciendo paradas  por numerosos sitios antes de llegar a Tamames, donde subía la churrera y desayunaba el conductor.  En Vecinos volvía a parar para unirse a otro coche de la misma línea que llegaba de Navarredonda. Ya llegando a Salamanca se detenía  de nuevo a repostar gasolina  en el Arrabal, parada para quienes acudían a las ferias de ganado, serranos con sus clásicas pellizas de aquella época.
A la salida del Puente de Hierro , estaban los famosos fielatos para  pagar quienes trataban de introducir productos en la ciudad.
. El viaje terminaba en las Cocheras de San Isidro (ya desparecidas) que estaban al lado de la Clerecía. Allí comenzaba un nuevo mundo de vida en la ciudad. Si vivías cerca por la calle la Rúa en un momento estabas en la Plaza Mayor. ¿Pero que sucedía a quienes vivían más lejos de la puerta de Zamora y venían con una maleta pesada con libros? Pues con diez años te tenías que espabilar y como no podías con ella había que ponerse de acuerdo con alguien que hiciera el mismo recorrido y contratar a Maera o Tomasín. Estos dos eran los maleteros más famosos que  con un carro de madera de una rueda te llevaban el equipaje por un precio que antes había que contratar y ajustar bien.
 Tomasín era desconfiado si te veía con pinta de estudiante,  Maera si no decías que tenías clase podía hacer alguna parada para echar gasolina a su garganta. No admitían bromas y a la picaresca de la parada se respondía en alguna ocasión con el  formalismo –si no te ibas- de“hasta aquí te pago y me voy”. Maera bajando la calle de la Compañía se embalaba de tal modo que acercándose al Paseo de los Carmelitas te esperaba echando algún taco que otro pues el servicio no se podía “envaír”.
Los albercanos que acudían a Madrid a vender sus productos o embutidos tenían apenas unos metros la salida del  Auto-Res , Las calles Serrano y la Rúa eran famosas por su pensiones. Y por la tarde de regreso a las cinco, entrando dentro de las cocheras siempre en el mismo sitio estaba el coche de línea que hacía el recorrido de Salamanca- Vecinos- Mogarraz. Había que tener cuidado con los “carteristas” que tenían mucha habilidad para quedarse con lo ajeno, sobretodo las mujeres que llevaban sayas y faltriqueras adecuadas para la ocasión. Los coches de línea además de llevar viajeros realizaban otros servicios por medio de sus conductores: echaban las quinielas que les mandaban de los pueblos, hacían los pedidos al centro farmacéutico, llevaban los sacos con las películas de cine, encargos de los comercios para trabajar en el campo, maletas de cartón e incluso alguna caja de muertos-cuentan que improvisado refugio en un determinado día de lluvias-.
El coche de línea era muy bien recibido en los pueblos. El La Alberca en alguna ocasión hasta con aplausos. ¡Qué ya llegó! Se anunciaba a la vecindad  y la gente acudía a la parada o salía a la puerta a curiosear su llegada. Cuando la brea acababa al lado de la Casa del Arquitecto y pasaba ganado por la carretera el coche aminoraba su marcha y los chiquillos aprovechábamos a colgarnos de la escalera de atrás. El polverío era inmenso y el olor a ciudad perjudicaba un poco la retirada vida social de esta localidad.
¡”Quisca”, que ha llegado la Manoli! Y la vecindad salía entera a comérsela con besos bien sonados, hasta los perritos ladraban de contentos,…A Valentín con su traje de regulares y gorro con borla tardaban en conocerlo. Pero,..” mi sargento ¡otra vez de permiso” y el contento se hacía mayúsculo.
























































































No hay comentarios: